domingo, 25 de enero de 2015

De los sueños


Desde niños, soñamos. Dicen los que lo saben que hasta en el seno de nuestras madres soñamos... Yo no lo sé, que mi memoria consciente no llega tan lejos... No me sorprendería de ser cierto, pues todo en la vida es sueño, algo que sé desde que lo leí del gran Calderón. Pero es que los sueños lo son de muchas clases, que pareciese que somos el producto de una mente que sueña..., tal es nuestra naturaleza, conformada de células que sueñan...
Sueños... El primer sueño que recuerdo viene de mi tiempo de vivir en un palacio, cosa que ocurría cada vez que mis padres nos llevaban a mi hermana y a mi a ver a los abuelos a Simancas, un hecho se daba con gozosa frecuencia al cabo del año, que de Torrecilla a Simancas era un paseo y mi padre tenía un precioso mil cuatrocientos.
 A mí me encantaba Simancas, ese hermoso pueblo castellano y más visto desde aquel cochambroso palacio en el que vivía mi abuelo, realquilado en el ala oeste, de la que ocupaba los dos grandes sótanos para el rebaño, una parte de la planta baja y algunas habitaciones de la primera planta, donde había dormitorios para todos nosotros......
Pues bien, en uno de esos cuartos dormía yo y una noche soñé que me encontraba al borde de un precipicio y que no podía sostenerme. En el sueño Comencé a resbalar por el borde y cuando mis manos se soltaban, una mujer sobre un precioso caballo blanco me tendía su mano y me rescataba...
Soñé eso mismo varias veces desde entonces y cuando dejé de soñarlo sentí añoranza de ese sueño y tal vez por ello aún lo recuerdo de forma tan nítida...

Pero los sueños de los que estoy hablando son otro tipo de sueños. Esa clase de sueños que se repiten y son compartidos por muchos. Hablo tanto de los de oníricos caminos como los que se forjan los hombres en sus febriles fantasías sobre sí mismos y las fuerzas de que disponen para acometerlos.
Una de esas fuentes de sueños está claramente representada en ese espectáculo de masas tan absurdo como lo es el furbol...
De pequeño, en Valladolid, yo jugaba al furbol, la verdad... Llegué a participar en las liguillas que organizaba el Pucela para buscar gente y de mi grupo salieron algunos jugadores profesionales... Aunque yo era muy malo, que me gustaba tanto Gento que sólo sabía correr por esa banda como un poseso y jamás me llegaban balones... Un desastre...
Las escasas veces que he acudido como espectador a un estadio, o jugaba el Pucela, o se jugaba en Zorrilla... El furbol... Ese sí es un generador de sueños...
Pero, como digo; los sueños son de muchas clases y los sueños de fama, poder y fortuna, los más recurrentes... Cada uno de nosotros tiene sus propios sueños y no necesariamente han de ser estos sueños irrealizables o imposibles... También yo los tengo y los tuve, que soñar es propio de poetas.

Yo soñé emular a los grandes, que ese sigue siendo mi sueño más grande... Así que me llevé conmigo a los más grandes de entre los grandes y me perdí para buscar mi sueño... Hace ya quince años...
Sueños...
Dicen que en cierta aldea, en algún lugar entre Tumbuctú y la legendaria ciudad de Lalibala, que una vez acertó a pasar por allí un extraño viajero, que al llegar a la aldea observó a un grupo de niños escuálidos que languidecían, de rostros demacrados y con las costillas marcándose bajo la piel.
Unos niños que por falta de todo y con tan poco para vivir que apenas eran despojos envueltos en pellejo... Sus ojos tristes miraban sin apenas Luz a los extraños viajeros que aquél día se acercaban a la aldea sobre mulas y con tanta compañía como jamás habían visto sus infantiles ojos...
Dicen los ancianos cuando lo cuentan, que aquél extraño viajero miró a su alrededor y al ver acurrucados a aquellos niños,. se echó a llorar...
Ha pasado mucho tiempo, que aquél viajero anduvo por esos viejos senderos hace setenta y cinco años en pos de un sueño y aunque lo que él vio aún puede verse, lo que él hizo entonces pocos hoy lo harían, que es así...
Dicen, que, olvidado de su sueño, ordenó instalar sus tiendas apartadas un tanto del poblado y mientras tales cosas se hacían él y su esposa preparaban los caballetes para las cámaras. Sin hablarse enfocaron a aquellos niños, que permanecían donde estaban sin atreverse a rechistar...
Dicen, que aquél viajero y su gente ya no siguieron buscando a Lalibala, que se quedó esperando como si tal...
Durante muchos años, aquel viajero en busca de un sueño estuvo ocupándose del bienestar de aquellos niños, enseñó a sus padres a trabajar los cultivos, levantó una escuela y un dispensario, alimentó a los aldeanos y terminó sus días entre aquellas criaturas, ya adultas y fuertes, inteligentes y vivas, que lloraron junto a su fiel esposa al que fuera su salvador y su guía...  Sus fotos jamás salieron de aquella aldea entre Tumbuctú y la mítica ciudad del gran rey Lalibala, del que se decía que güardaba en su mítico reino el Arca de la Alianza...
Sueños... Los de aquellos niños debían ser muy diferentes de los sueños que pueblan las cabecitas de nuestros niños cibernéticos de hoy...
Sueños... ¿Qué podrían tener tras los ojitos, esos niños que aquél viajero fotografió en aquél inacabado viaje? Sueños... Los sueños de los pobres sólo tienen que ver con pan y con sol y con risa... Sus pesadillas no, esas son terribles, espantosas imágenes que jamás deberían soñar los niños...
Existen muchas clases de sueños y algunos son caminos con corazón que quien los tiene está obligado a recorrer... Sueños de un Mundo poblado de seres amantes de Gaya... Sueños de paz y de armonía que a quienes los tenemos nos atan con fuerza por hilos invisibles que nos mantienen en la búsqueda de la Utopía durante el resto de nuestras vidas.
Un Mundo en el que puedan vivir con placidez los unicornios, donde el agüa sea pura y fuente de vida, donde los bosques crezcan cada día y los animales tengan sus espacios a salvo de la voracidad de quienes destruyen...
Sueños de amor... Los más hermosos de los sueños...
Sueños poblados de fantasía en los que los seres humanos trascendemos de nuestra minusculez microbiana para erigirnos en seres trascendentes, lo que sin duda no somos, que en nada trasciende una criatura que se empecina en destruirse mientras destruye el Mundo en el que vive...
Pero tenemos los sueños... Tengo para mí que todos los seres vivos, grandes o pequeños, tenemos la capacidad de soñar, aunque no sabría decir en qué consisten los sueños de las amebas, por poner un caso, o los del árbol que sueña ajeno al bosque... Soñar es quizá la capacidad que unifica a todo lo creado, que sin duda los propios astros han de tener sus propios sueños...
El ser humano sueña y los sueños sueños son... Yo sueño amor y unicornios... Es todo, Salud. Vale.

Pedro San José


viernes, 23 de enero de 2015

Del libre albedrío


Nuestras vidas están condicionadas por tantos factores ajenos a nosotros mismos que difícilmente puede hablarse de albedrío en nosotros como no sea para decidir en las miles de encrucijadas y aún así cuando lo hacemos existen factores que son externos a nosotros en esa decisión... Somos agüa y somos tierra, que formamos parte de Gaya cada uno y de ella nacemos y a ella retornamos para ser en ella como ella decida... Gaya que nos transforma, como se cambia a si misma, coqueta y joven...
Disfrutamos de una conciencia de ser como individuos y le damos el valor de lo importante porque somos,  ante todo, seres egoístas en nuestra minúscula individualidad, aún cuando sólo seamos individuos como parte de un sistema del que se nutre Gaya... Acaso nuestro papel en el conjunto gáyico sea otro además de este, que entender el Todo no está en mi intelecto y tampoco pretendo que lo esté, si no que sólo busco  respuestas, esas que siempre buscamos para tratar de entender lo que no se nos alcanza...
Somos un ente, una especie que se expande por el planeta como sólo pueden hacerlo las pestes, matando todo cuanto tocan...
Gaya sufre, su mal nos llega, que todos los seres vivos somos parte de Gaya y cuando ella enferma todas sus criaturas lo hacemos...
El libre albedrío tal vez exista como conciencia colectiva. Nosotros como especie pensando al unísono en parar el despropósito que creamos con nuestro salvaje modo de vivir.
El albedrío, como cuestión personal apenas es relevante para quien lo practica y en nada afecta al colectivo, que en nuestro tiempo nos arrastra en una espiral de desenfreno tan colosal que el sentido de lo que hacemos es nulo...
Cuando un camino no te conduce a parte alguna, salvo quizá al borde de un inmenso precipicio, lo lógico es retroceder y buscar otro sendero, ya que el que llevabas a ninguna parte te llevó... Como ente colectivo, el ser humano padece el mal de la fragmentación, que en un hormiguero todos sus miembros saben lo que han de hacer para el bien de la colonia y a una hormiga cuidadora no se le ocurre meterse al huerto de la colonia ni a una guerrera se le pasa por la imaginación recolectar hojas...
Pero nuestra conciencia colectiva no es la de un hormiguero, si no que está tan fragmentada como los mapas que explican el Mundo por naciones y países...
Además, nuestro ego individual, tan exacerbadamente potenciado siempre por el sistema de clases y la educación; nos ha conducido a posicionamientos tan diversos en todo que el ente colectivo que formamos se haya enfermo de pura fragmentación..., como un cristal que cayendo al suelo se parte en miles de pedazos rompiendo el todo... Sigue siendo Todo, pero su esencia se ha disgregado y ese dolor lo ha de sentir también nuestra Madre Gaya, que a ella todo lo que hacemos le duele... Es Gaya quien dispone de ese libre albedrío y será ella quien termine por utilizarlo contra lo que la está matando.
El libre albedrío... ¿Lo tenemos de verdad los humanos...? Antes de ser el que soy ahora, no era en absoluto determinista y de hecho despreciaba esa línea de pensamiento... Ahora, ese libre albedrío del que disfruto, me hace pensar de modo bien distinto... La verdad.
Seguimos un camino, el camino que debemos seguir y cuando caminamos debemos hacerlo seguros de los pasos que damos, porque cada uno de ellos ha de conducirnos inexorablemente al encuentro con nuestro destino.
De poco importa si tomamos decisiones del tipo qué mechas me pongo o del mañana subiré dos puntos el ipecé... El Camino está marcado y el ser humano como especie no tiene ni futuro ni redención... ¿Libre albedrío?
Lo tenemos para permitir que millones de nuestros hermanos perezcan cada día por pura indiferencia...
Somos como especie una Peste y como individuos seres ruines rezumantes de mezquindad que nos vanagloriamos por nadas y nos envanecemos por menos... Nuestro camino como especie está marcado y no es la continuación sino en todo caso, la evolución y la inmensa mayoría de vosotros no merece ser llamado a formar parte de ese Nuevo Humano... No, el libre albedrío nos condujo al precipicio...
Es todo. Salud. Vale.

Pedro San José

jueves, 22 de enero de 2015

Peste

 Aquella aldea era como cualquier otra de la zona más agreste de Castilla.
Corría el año nefasto de la Peste y en la gente el miedo era tan poderoso que apenas se hablaban unos con otros y cuando alguien forastero se acercaba a las lindes de las huertas se le recibía a pedradas...
No era mala gente, que no era eso, es que ya se habían escuchado rumores de Peste en Palacios y eso hacía que en aquellos aldeanos el terror a las pupas del mal del Demonio fuese más fuerte que otra cosa y aún entre los vecinos se güardaban distancias al cruzarse camino a casa o a los huertos.
Hoy esa aldea ya no es más que un montón de escombros amontonados de casas que han colapsado por el abandono y restos de paredes y muros en las más recias fachadas... apenas un par de casas podrían aún sacarse adelante con sus viejos muros, pero poco más y sin embargo en otro tiempo, cuando el cruel Pedro  ostentaba la corona de Castilla, las sencillas casas de mampuesto aún no eran éstas de ahora sino otras más simples que el Tiempo devoró hace mucho...
Hoy la maleza cubre las angostas callejuelas y los árboles más grandes se apoderan de corrales y patios mientras se ocupan de deshacer lo que queda con el concierto del Tiempo...
La Peste...
En aquellos días eran apenas cuarenta personas en total, de las que nueve eran niños de no más de nueve años.
El resto trabajaba duramente para sacar adelante sus casas y familias, algo que los propios niños aprendían cada vez que la ocasión de ocuparles en faenas se presentaba. Así, recolectaban judías, limpiaban grano y hacían cuantas cosas eran propias para niños, que esa era la única escuela que tenían y desde  luego; la única escuela que precisaban...
Pero aquella aldea del tiempo de la Peste yace bajo los escombros de esta que ahora se funde inexorable en Gaya.
Al cabo, lo que se temía, se llegó: Palacios estaba infectada y los cadáveres se amontonaban en callejones o plazas...
La Peste... Cada vez que pasó por aquí dejó un rastro de pestilencia y muerte
Los aldeanos, aturdidos, decidieron poner un control en la encrucijada del molino, de forma que se asegurasen que nadie tomaría el tortuoso sendero que llevaba a nuestra aldea... Pero sería el agüa, o que estaba de ser, uno de aquellos vigías subió la Peste a la aldea y al cabo de unas semanas todos ellos estaban muertos sin que un solo viajero hubiese pensado siquiera dejar el camino real y adentrarse en una triste vereda...
No os diré el nombre de ese sitio, que hasta las fotos que acompañan mi texto son falsas porque corresponden a otros sitios que nada tienen que ver con lo que se cuenta...
Algunos saltarán aquí para llamarme impostor o cosas peores, que hay cada uno...
Pero me da igüal....
El caso es que en ese mismo lugar volvió a vivir gente al cabo de ochenta años y que gente hubo siempre por un tiempo y luego devastación y olvido por otro...
Esa aldea, arrasada por la Peste; volvió a vivir escenas terribles de Peste hace apenas setenta años, que el tiempo no es nada y en este caso sólo la medida de un tiempo...


La última vez que La Peste visitó nuestra aldea, lo hizo con olor de azufre y a sangre y fuego... Tal como entonces, los más ignorantes siguen marcando la pauta y el resto atiende sus estrafalarios argumentos y se sumerge en una vorágine de falacias y esperpentos solo para pasar de puntillas ante la desolación que sus locuras causan...
Apenas unas décadas desde el último obús... Nada... Y sin embargo todo es diferente, que La Peste arrasó por allí por donde hubo pasado y nuestra triste aldea, por más que trató de levantarse una y otra vez y por más que llegó a alcanzar en tiempos prestigio y rentas; terminó de nuevo sumida en el más oscuro olvido...
No es fácil para mí el tema este de La Peste, porque ahora la Peste que nos socaba y nos mata es una Peste con apariencia humana...
Siempre creciendo, siempre más fuerte que ayer...
Peste, que donde quiera que se asienta arrasa lo que encuentra hasta transformar fértiles campos en yermos barrizales atestados de sustancias tan terribles que Gaya llora lágrimas ardientes...
Pero acabemos la entrada en aquella aldea donde empezamos y echémosle un vistazo a las pocas piedras que aún se sostienen unas sobre las otras y admiremos la maestría de aquellos errantes canteros que vivían de aldea en aldea y de lugar en lugar para desarrollar su mágico oficio...
Que ahí están, que cualquiera que pase por allí podrá verlas y aunque estas que os pongo no son aquellas, mirando estas podréis contemplar aquellas, que sólo esperan a las gentes que quieran hacerlas renacer, pues en su renacimiento estará también el futuro de nuestro Pueblo... En su más remoto pasado, cuando se temía a la Peste más que al mismo Demonio. Salud. Vale.

Pedro San José


miércoles, 21 de enero de 2015

De las apariencias

El ser humano es una criatura repleta de vanidad...
Somos más tiempo lo que pretendemos ser que lo que somos e ignoramos lo que somos porque nos comportamos imitando al yo que creemos ser, lo que nos convierte en caricaturas de seres que sólo existen porque los inventamos.
En eso consiste la apariencia, en crear una fábula sobre nosotros mismos que llegue a ser plausible, no sólo para los demás sino incluso para quien la crea.
El mundo de las prisas ha transformado al ser humano en una especie soberbia y engreída que se complace en la apariencia a despecho de lo importante, que en el aparentar se difumina y se pierde.
Así, vivimos un tiempo de locura, donde la verdad es difícil de ver, pues las apariencias son lo que importa y el modo en que estamos interactuando con los demás nos impone una serie de normas y de fórmulas que tienen que ver con modos, maneras y modas a las que no conviene sustraerse si se quiere formar parte del absurdo Todo en que se desenvuelve la sociedad del consumo en la que tenemos la desgracia de vivir en estos países capitalistas que nos han visto nacer.
Yo no soy parte de esa vorágine, que vivo al margen de ella y por esa razón puedo escribir sobre lo que veo con un necesario distanciamiento, por más que no estoy ajeno al Todo, que el Todo lo es en sí mismo y a todos no engloba de alguna manera. Pero no estoy en el teatro de las vanidades ni pertenezco al club de la apariencia, que tan absurdo me ha parecido siempre. No, yo soy otra cosa y lo digo con orgullo por más que ser otra cosa me haya transformado en un Diógenes de mi tiempo, esto es, un chiflado a ojos de los que viven en la apariencia de ser.
 No es concebible para quien vive con la sencillez de un paria el incesante ajetreo del mundo de las prisas, su irritante movimiento sin sentido de aquí para allá para en realidad no terminar en ningún sitio.
"¡Tururum! ¡Tururum! ¡Tum, tum!" y así todos los días y de ese modo todo el año, que el tururum no cesa en este extraño tiempo regido por el reloj...
La Fiestaaa... Ya sé que hay a quienes este término les resulta fuera de contexto en algunos de mis escritos, pero no es este el caso ni lo es en otros muchos, que la Fiestaaa es el día a día de muchos en el Mundo, porque resulta ser su trabajo y desde luego lo es para una gran cantidad de ciudadanos de mi país... "¡Fiestaaa...! ¡U, uuuh!"
Y en ese mundo del tururum y de la Fiestaaa, las apariencias y las vanidades son parte del asunto de un modo especial, que nadie es lo que aparenta en esos sitios y hasta el más abyecto ha de mostrarse en ellos sonriente y afable, cortés y cortesano...
No, no entiendo... Trato de entenderlo, pero no alcanzo a hacerlo por más que me digo que la Fiestaaa está bien y que un poco de fiesta no le viene mal a nadie, pero es que la Fiestaaa se ha apoderado de la esencia de los seres de mi tiempo de un modo como sólo es capaz de hacerlo algo tan demoníaco como esta tecnología que utilizo cada día.
Sin embargo no toca hoy hablar de interné ni de las tecnologías que nos esclavizan, que eso queda para otros días y otras hojas virtuales, que serán estas siendo otras. Hoy se trata del modo en que nos transformamos en otros en base a unos parámetros que otros marcan y que nos imponemos a nosotros mismos para, simplemente estar a la ... La moda... He visto pasar cientos de extrañas modas... ¿Cientos? Muchos cientos de ellas y es ahí donde está el sinsentido de todo esto... En el breve lapso de mi vida han cambiado tanto tantas cosas que aquello que era importante en mi niñez es hoy apenas una costumbre en unos pocos y el resto apenas tiene recuerdos de lo que fue antes del teléfono móvil...
Vivimos alienados por tantas cosas que no soportamos la falta de una de ellas y en algunos es una situación insoportable no poder disponer del último modelo de esto o de aquello, como si sin la cosa en si no se pudiese soportar la vida...
Absurdo, si, pero tan cierto que causa espanto a nada que te pares a pensarlo y por lo tanto no recomiendo a nadie que se ponga a ello.
no, seguid en lo vuestro, que espero esté poco influenciado por todo este maremagno de idioteces que caracterizan la vida moderna de nuestras ciudades y nuestro entorno...
No, yo no soy como vosotros... Al menos no creo ser como la inmensa mayoría de vosotros, a los que os imagino inmersos en la vida de una ciudad, con movidas jornadas llenas de miradas al reloj... Yo no miro el reloj, excepto si miro a la parte izquierda de mi barra de inicio, cosa que no sucede con demasiada frecuencia pues cuando lo hago es para ver el día en que vivo o si es ya momento de apagar este trasto... Tengo un reloj, es cierto, que me regalaron uno hace algunos años y aún funciona, pero no me lo pongo y ahí está, marcando su tic tac de litio tan tranquilo en un cajón...
No, yo soy más de otro mundo, un mundo que agoniza entre tururum y mucho egoísmo, que la soberbia y el engreimiento que provoca en nosotros la vanidad y el amor por uno mismo, nos conduce a un mundo deshumanizado, donde los sentimientos de amor y de respeto son para mofa de aquellos que los tienen por bandera, pero se complacen en la maldad de los seres ruines y perversos...
En mi país existen miles de lugares abandonados a su suerte y siete millones de ciudadanos deseosos de labrarse una nueva vida, lejos del tururum de la Fiestaaa... Es triste que quienes debieran proveer por el bienestar del Pueblo, sean tan esclavos de la Maldad que asola el Mundo...
Ser vanidoso el ser humano... Ser ruín y despreciable que se complace en matar a Gaya, mientras la abandona a su suerte en los lugares en que siempre le dio vida...
Ser que se recrea a si mismo mientras se degrada y abandona al incesante tururum...
Es todo. Salud. Vale.

Pedro San José








lunes, 19 de enero de 2015

De los habitantes de la Llanura

Castilla... Mi tierra. Nací castellano y fronterizo, que tras las lindes de mi pueblo nace Zamora.
Castilla, la tierra más hermosa de cuantas hermosas tierras he conocido y por más que en todas partes existen maravillas, las de mi tierra son para mí lo más mágico de cuantas mágicas cosas han visto mis ojos.
De paisajes duros y sin embargo alegres y durante muchos meses del año, felices.
Castilla, tierra de pan y de vino, pero también de cordero y de tantas cosas que alegran en corazón de los hombres.
Soy castellano, un honor con el que me honro porque nací en una tierra de recios caracteres y de palabras firmes con las que se sellaban pactos sin testigos y ante dios, que así se hacía...
Recuerdo los relatos de mi abuela Brígida, tan querida, que en paz descanse allá en Tordesillas...

Castilla, la de un sueño... De pequeño gozaba descubriendo especies nuevas de pajarillos o de animalitos del bosque, que vivíamos junto a uno, el Pinar Oscuro... Así figura en algunos mapas...
Pero es que cuando yo era niño, la voracidad del ser humano aún no había alcanzado el nivel que hoy alcanza, de pura depredación...
De pequeño se veían aún un montón de animalitos que lo flipabas y lo expreso en un término del tiempo de mi
juventud porque me parece el más gráfico, dado que ahora, efectivamente, para ver fauna originaria y endémica de mi amada Castilla, te tienes que ceñir a los topillos y ni siquiera sé si son autóctonos... Topillos.... De aquél tiempo eran difíciles de ver, porque se veían otros muchos animalitos que comían topillos y otras cosas que se comen las cosechas, como escarabajos y cosas de esas, que también son importantes ciudadanos y merecen su espacio y no rociadas de veneno, que ellos ningún mal nos hacían viviendo en su casa...
Pero es que es cierto, que lo cuento y me recuerdo recorriendo el breve pinar Oscuro y buscando siempre el rastro de los habitantes del bosque y lo mismo hacía cuando recorría las veredas de los campos de cultivo y de labor en busca de mi padre y de la mano de mi madre... años felices, sin duda, plenos de la Magia que todo lo envolvía...

Pero era cuando iba con mi padre cuando hacía los descubrimientos más fascinantes. Siempre. Los habitantes de nuestra inmensa pradera, pues eso es Castilla, una infinita pradera, con enormes bosques, innúmeras lomas y extensas regiones de colinas y serpenteantes valles de ríos y riachuelos tachonados de bosques endémicos y mágicos en los que los duendes y las hadas han jugado siempre...
Mi tierra... Mal hijo sería si no la amase como lo hago, que no reniego de ella ni he de hacerlo mientras tenga aliento. Pero siento ganas de llorar muchas veces y me acongojo al pensar que los niños ya no ven al águila culebrera oteando desde la altura los regatos y las ciénagas, al corzo saltar entre grandes charcos por el recién cosechado nuevo barbecho... A las liebres, encamadas entre retamales del barbecho viejo y a los incontables alados llenando el suelo de vida y el aire de baile...
Por toda la llanura de Castilla, sus habitantes vivían felices hasta que les llegaba el instante de entregar su esencia y entonces lo hacían tras una vida, larga o corta, breve o ahíta en el más hermoso lugar de Iberia...
Ahora no, ahora nuestros austeros y sin embargo hermosos paisajes lo son de una tierra envejecida y gastada... Sin rastro de vida, yerma...
Desiertos de monocultivos que impiden la vida, desiertos verdes que engañan sólo a ojos que no ven.
Tras cada planta, un ser vivo tenía su morada. Tras cada retamar lindero podía estar apostada una raposa y en cada roquedo una loba podía estar amantando a sus cachorros... El bosque era rico en especies y el ser humano aún sabía apreciar sus virtudes y el privilegio que suponía compartir la tierra con especies tan endémicas de Castilla como nosotros mismos...

Pero ya no se ven aguiluchos oteando tan ricamente subidos un poste del tendido telefónico ni en ningún otro lugar... Ya no se ven culebras escurridizas serpeando por entre los matorrales ni se escucha el canto de las perdices llamando a su pareja ni se ven patos nadando junto a gansos durante un descanso en su viaje en las plácidas agüas del Padre Duero...
Topillos... Que yo lo pienso y me digo "Pero si esa especie es lo más parecido a una rata", dicho sea con respeto para la inteligente rata... Eso es lo que queda, que de lo demás apenas restos aquí y allá...
Mi amada Castilla... Tan hermosa y tan yerma en su infinita riqueza... Desierto verde por amor al dinero de unos pocos. Mi amada Castilla, tierra de promisión y de hombres recios y de palabra...
Yo no soy un gurú, que a mi tal cosa me viene muy grande. Pero estoy en este camino de las verdades por alguna razón y la razón que encuentro es difundir las mías...
La primera vez que vi cazar a un águila iba con mi padre de cacería... Fue increíble verla tomar la presa y elevarse como si nada... O a los alcones, mis voladores favoritos, o a las preciosas torcaces.... Castilla... ¡Tanta vida...!
Pero es que esa Castilla que conocí de niño puede volver a renacer, que mi tierra es muy fuerte y muy vieja... Dicen los sabios que somos lo que queda de un antiquísimo macizo erosionado por el Tiempo y los elementos hasta deshacer las montañas y dejarlas en hermosos muñones repletos de vida...
Así fue durante eones... Hasta que llegó La Peste del dinero y el poder... ¡Castilla...!

El mundo del dinero y de las prisas...
ese es el verdadero responsable del deterioro permanente y apocalíptico que acaece ante nuestros ojos, que se niegan a ver...
Cada vez más de una cosa y mucho menos de las demás, que así ha de ser para ganar mucho dinero... Mucho, mucho dinero, que cuanto más ganes más grande eres y mayor es la capacidad de tus graneros y más grueso el volumen de tu cuenta corriente...
¡Qué poco tiene eso que ver con el tesoro que Castilla ofrecía a sus hijos en el tiempo en que yo era niño... ¡Ojo! Pero sólo porque la depredación final sólo estaba empezando...
No existen cifras, al menos yo no las conozco, de la cantidad de endémicas especies vegetales y animales han desaparecido en este breve lapso de tiempo de mi vida, de mi amada tierra..
Topillos... ¡Qué orgullo para los exteminadores de vida...! Mi Castilla mancillada y herida con cada cosecha... Envenenada con químicos y semillas modificadas para no se sabe bien qué cosa...
ya no hay pájaros para las rapaces, ya no hay rapaces. Ya no hay caza para las ginetas ni los linces, ya no tenemos predadores por nuestros cerros... El paisaje es cada vez más monótono y vacío, las zonas urbanizadas cada vez más brutales... Cintas interminables de asfalto y pintura que impiden la vida normal de los habitantes de la llanura
Triste Castilla, en la que la vida vale tanto como el precio del cartucho que acabe con ella... ¡En qué viles manos estás, amada mía...!
Pero la esperanza vuelve al contemplar desde el otero de un altozano la infinita llanura cubierta de verdor y de ocre, surcada de ríos y riachuelos, poblada de enormes manchas de bosque, ondeada de colinas agrestes... Infinita...
Castilla, la que siempre dio de comer a sus hijos, la que floreció cada primavera en un estallido de colores y con el alegre siempre de las amapolas y el claro resplandor de las margaritas pintando hasta el horizonte con colores alegres los campos...

 Castilla... Tierra de paisajes infinitos y de bucólicos rincones...
Recuperar la Castilla de los barbechos es cuestión de pervivencia...Algo tan simple y que permitiría a la tierra regenerarse de modo natural permitiendo el regreso de la hermosa vida...
Quiero que vuelva la Castilla de mi niñez , esa mágica tierra de la infancia...
El deseo del dinero sin tasa no puede prevalecer sobre la supervivencia de todo un Pueblo... Save Castilla.
Es todo. Salud. Vale.

Pedro San José

De la Noche


¿Quien entre nosotros no se ha sentido fascinado desde su más tierna infancia ante la magnificencia del Infinito Universo, contemplado a través de la oscuridad en una noche de verano? ¡Cuántas preguntas sin respuesta desde entonces...! El Infinito Universo... Tengo para mí que fue precisamente en aquel lejano momento de éxtasis infantil cuando se despertó en mi la conciencia de mi mismo. Ese instante en el que por vez primera me sentí ser y me supe vivo y no sólo un sueño.


A partir de aquella mágica noche estrellada, a la puerta de nuestra casa, como tantas y tantas veces en esos felices años; mi mente de niño se imaginaba épicos viajes a través del profundo vacío, pues nada había más fascinante, nada tan majestuoso como lo que contemplaban mis ojos en la cúpula del cielo.

Los años fueron sucediéndose, uno tras otro, inexorablemente, con la aparente lenta cadencia que tiene el Tiempo.
La adolescencia también estuvo llena de preguntas y repleta de aquella fascinación de la infancia por el Universo Infinito. Preguntas que no tenían respuesta porque responder a ellas habría supuesto un conocimiento que ni tenía ni tengo ahora, por más que hoy se sabe de ese sobrecogedor escenario mucho más de lo que se sabía hace apenas cuarenta años...
La noche, la mágica noche que parece arrebatarnos la Luz pero que sin embargo nos la muestra de un modo abrumador a quienes vivimos gracias a ella, las criaturas que poblamos el Infinito Universo.
Tiempo de preguntas que fue también pasando, como pasan las estaciones ante los ojos de quienes las vivimos. Un día, entrados ya en la madurez pletórica en la que los seres vivos nos movemos con suficiencia entre nuestros semejantes, las preguntas vuelven a surgir de pronto otra mágica noche en que contemplamos de pronto el Firmamento "¿Qué sentido tiene todo esto?" Entonces reparamos en esa estela, esa oscura franja que se abre en infinidad de surcos y recodos, en todos esos puntitos diminutos que por toda la cúpula se aprecian y volvemos a preguntarnos "¿Habrá alguien allí?" mientras fijamos nuestros ojos en un punto de Luz allá en el Infinito "¿Será una galaxia?" "¿Una estrella solitaria? ¿Un cúmulo galáctico...?"

 Y tras unos minutos de sobrecogimiento nos empezamos a ver como microbios, seres ínfimos en un mundo pequeño y alejado del centro de nuestra preciosa Galaxia
y las preguntas se suceden de nuevo como entonces, siempre las mismas y siempre con la misma falta de respuestas...
El Tiempo, ese devorador de todo lo que existe, continuó inexorable pasando sobre mí, que fui haciéndome cada vez más viejo mientras seguía fascinado por el espectáculo que La  Vida había puesto ante mis ojos, que jamás dejaron de maravillarse. Tiempo que transformó no sólo mi cuerpo sino también mi carácter y mi percepción del Mundo y de las cosas... La noche... La Infinita noche, siempre ahí, oculta tras la cortina de Luz que teje el Padre Sol para librarnos de la melancolía...

Mi madurez más fértil me trajo las imágenes más impresionantes que jamás pensé ver de Mundos, de extraordinarias Lunas, de formidables formaciones estelares, cúmulos galácticos y hasta super cúmulos masivos de galaxias tan lejanos y asombrosos que me han hecho volver al zagüan de nuestra casa y a mi breve infancia feliz muchas veces.
Nada hay más majestuoso que la noche, que no es simplemente noche, pues noche sólo es en este Mundo el medio giro de nuestro hermoso planeta azul...
La Noche... Esa Noche Infinita tan repleta de Luz y de asombrosas maravillas. Esa Noche, que desde niño me fascinaba sigue hoy, en mi vejez prematura, iluminando de entendimiento mi conciencia cósmica y mostrándome el camino de la humildad y el amor por lo vivo...
Soy ser de Luz, que La Luz es la Madre de todo lo que vive, pero también soy esencia viva que ansía iniciar El Viaje,ese que de niño imaginaba en mi cuarto cuando la lámpara se apagaba y las tinieblas de la habitación se poblaba de estrellas que mi imaginación de niño recreaba....
Ahora, plantado ante este viejo ordenador que me entrega con un simple "clik" imágenes deslumbrantes de

un Universo Infinito, mi imaginación sigue viajando aún más lejos, que en mi consciencia llevo cuánticos Universos Infinitos y eso me hace volver inexorablemente a ser el niño que jamás dejé de ser por más que el espejo de la vida me muestre a un ser cansado y viejo. Ese niño que nunca crecerá y que está siempre oteando el Infinito en busca de la más hermosa de Las Regiones Celestes, aún no encontrada pero que me llama cada noche para que la encuentre.
La Noche, que en su brutal magnificencia nos da a todos una gran lección no por todos aprendida, dada la mezquindad que anida en tantos corazones...
Ahora, tras varios días de luchar contra la pedregosa senda de lo no creado, me encuentro al borde mismo del breve Universo que os he mostrado, pues tras la Infinta sucesión de Infinitos empieza el verdadero Camino Infinito de La Luz, tan plagado de Universos Infinitos que nadie en el Jamás del Tiempo ha sido capaz de contarlos... La Noche... No existe La Noche, que nada existe fuera de La Luz.

Es todo. Salud. Vale.

Para Mercedes

Pedro San José






















jueves, 15 de enero de 2015

Niebla

Nuestra razón, esa extraña capacidad humana, con frecuencia se ve ofuscada por condicionantes que nos impiden ver la realidad como debiéramos, mostrándonos sólo una pequeña porción de esa realidad, apenas vislumbrada entre jirones espesos de mentiras.
El mundo que nos ha tocado vivir es un lugar terrible, donde las personas somos cada vez más individualistas y por esa razón más insolidarias con nuestros semejantes.
En medio de esa niebla, perdidos en ella, nos dejamos conducir por aquellos en quienes confiamos en la creencia de que nos han de llevar a buen puerto y que ellos conocen el camino por más que están tan perdidos como nosotros mismos.
Este hecho se puede apreciar con toda claridad en la política, la religión, la educación... En todas las facetas de la vida sucede que unos pocos se erigen en líderes, en los guías que nos habrán de sacar de esa niebla en la que caminamos. Pero en cada ocasión terminamos más perdidos, siguiendo los pasos de quienes fingen conocer la senda hacia el sol del conocimiento, que por lo general jamás alcanzamos.

 Somos como niños, que se dejan conducir por sus mayores sin sentir temor ni desconfianza, en la creencia de que ningún mal nos ha de acontecer si estamos con quienes nos llevan.
Pero la niebla que nos envuelve termina por difuminar no sólo el paisaje si no también los propios rostros de aquellos que caminan a nuestro lado, pues en lugar de hacerse menos densa, la niebla en la que vivimos inmersos se espesa más y más tras cada paso.
Sin embargo no siempre ocurre el vivir sólo niebla, que existen muchas zonas de penumbra clara e incluso grandes parcelas rebosantes de Luz... A veces basta con una ligera brisa para que el horizonte se vislumbre, llano, extendiéndose hacia la lejanía...
Una leve brisa, como el suspiro de un dios dormido capaz de despejar el camino de brumas y temores. Basta conque quienes caminan juntos se sientan unidos y conformen una sola cosa, una unidad capaz de conducirse con lealtad y amor, pues ante el desfallecimiento de uno surgirá la decisión del otro y así el camino terminará llevándonos hasta el lugar donde empieza el reino de La Luz, que todos intuimos pero que muy pocos llegamos a alcanzar.
Es un hecho, vivimos entre espesos mantos de niebla, pero se puede salir de ella, que muchos lo hemos hecho y algunos de nosotros más de una vez.
Sin embargo os recomiendo que no hagáis nunca el viaje solos, que yo lo hice y casi me quedé por el camino.
Id de la mano de aquellos a los que sabéis mejor de lo que os sabéis a vosotros mismos, que con esa compañia habréis de superar todos los escollos por muy duros que sean, pues junto a quienes os aman con desprendimiento y ternura hasta el más insoportable de los dolores se atenúa y la más oscura de las nieblas se disipa.
Y cuando al fin alcancéis el punto que marca el principio del resto de vuestro viaje, deteneos unos instantes a descansar bajo la sombra del anciano roble y acostumbrad vuestros ojos a la cegadora Luz que deslumbra a quienes por vez primera la contemplan...
Puede que yo solo sea un iluminado, que al fin ahora sólo se precisa un ordenador para parecer un gurú de los que alcanzan el Nirvana sólo con oler incienso ¿quién lo sabe? El caso es que yo tomé la mano a quien me está acompañando en este nuevo tránsito y apenas han pasado unos pocos días y ya estamos bajo la sombra del viejo roble, donde la mentira no es aceptable y a donde los mentirosos jamás llegan, pues la niebla que les envuelve no les permite siquiera vislumbrar a tan hermoso ser.


Vosotros ved en mi relato lo que queráis ver, que no dejaréis de verlo entre brumas y más si vivís rodeados de mentiras, que cuando la vida transcurre de ese modo, quien así lo hace termina no siendo capaz de distinguir la realidad de lo que sólo es un cuento y habrán de pensar que son cuentos lo que a todas luces se muestra como una abrumadora realidad.
No es iluminado el que ve, ni es bondadoso el que hace daño, no es leal el que traiciona ni es culpable quien es víctima. No es un demente el que habla con la verdad y tampoco es inteligente quien ha forjado su personalidad en medio de seres abyectos y a pesar de ello les otorga su amor y lealtad... Pensará que está acercándose al viejo roble, pero en realidad jamás podrá disfrutar de su sombra. 
Salud. Vale.

Pedro San José..