Desde niños, soñamos. Dicen los que lo saben que hasta en el seno de nuestras madres soñamos... Yo no lo sé, que mi memoria consciente no llega tan lejos... No me sorprendería de ser cierto, pues todo en la vida es sueño, algo que sé desde que lo leí del gran Calderón. Pero es que los sueños lo son de muchas clases, que pareciese que somos el producto de una mente que sueña..., tal es nuestra naturaleza, conformada de células que sueñan...
Sueños... El primer sueño que recuerdo viene de mi tiempo de vivir en un palacio, cosa que ocurría cada vez que mis padres nos llevaban a mi hermana y a mi a ver a los abuelos a Simancas, un hecho se daba con gozosa frecuencia al cabo del año, que de Torrecilla a Simancas era un paseo y mi padre tenía un precioso mil cuatrocientos.
A mí me encantaba Simancas, ese hermoso pueblo castellano y más visto desde aquel cochambroso palacio en el que vivía mi abuelo, realquilado en el ala oeste, de la que ocupaba los dos grandes sótanos para el rebaño, una parte de la planta baja y algunas habitaciones de la primera planta, donde había dormitorios para todos nosotros......
Pues bien, en uno de esos cuartos dormía yo y una noche soñé que me encontraba al borde de un precipicio y que no podía sostenerme. En el sueño Comencé a resbalar por el borde y cuando mis manos se soltaban, una mujer sobre un precioso caballo blanco me tendía su mano y me rescataba...
Soñé eso mismo varias veces desde entonces y cuando dejé de soñarlo sentí añoranza de ese sueño y tal vez por ello aún lo recuerdo de forma tan nítida...
Pero los sueños de los que estoy hablando son otro tipo de sueños. Esa clase de sueños que se repiten y son compartidos por muchos. Hablo tanto de los de oníricos caminos como los que se forjan los hombres en sus febriles fantasías sobre sí mismos y las fuerzas de que disponen para acometerlos.
Una de esas fuentes de sueños está claramente representada en ese espectáculo de masas tan absurdo como lo es el furbol...
De pequeño, en Valladolid, yo jugaba al furbol, la verdad... Llegué a participar en las liguillas que organizaba el Pucela para buscar gente y de mi grupo salieron algunos jugadores profesionales... Aunque yo era muy malo, que me gustaba tanto Gento que sólo sabía correr por esa banda como un poseso y jamás me llegaban balones... Un desastre...
Las escasas veces que he acudido como espectador a un estadio, o jugaba el Pucela, o se jugaba en Zorrilla... El furbol... Ese sí es un generador de sueños...
Pero, como digo; los sueños son de muchas clases y los sueños de fama, poder y fortuna, los más recurrentes... Cada uno de nosotros tiene sus propios sueños y no necesariamente han de ser estos sueños irrealizables o imposibles... También yo los tengo y los tuve, que soñar es propio de poetas.
Yo soñé emular a los grandes, que ese sigue siendo mi sueño más grande... Así que me llevé conmigo a los más grandes de entre los grandes y me perdí para buscar mi sueño... Hace ya quince años...
Sueños...
Dicen que en cierta aldea, en algún lugar entre Tumbuctú y la legendaria ciudad de Lalibala, que una vez acertó a pasar por allí un extraño viajero, que al llegar a la aldea observó a un grupo de niños escuálidos que languidecían, de rostros demacrados y con las costillas marcándose bajo la piel.
Unos niños que por falta de todo y con tan poco para vivir que apenas eran despojos envueltos en pellejo... Sus ojos tristes miraban sin apenas Luz a los extraños viajeros que aquél día se acercaban a la aldea sobre mulas y con tanta compañía como jamás habían visto sus infantiles ojos...
Dicen los ancianos cuando lo cuentan, que aquél extraño viajero miró a su alrededor y al ver acurrucados a aquellos niños,. se echó a llorar...
Ha pasado mucho tiempo, que aquél viajero anduvo por esos viejos senderos hace setenta y cinco años en pos de un sueño y aunque lo que él vio aún puede verse, lo que él hizo entonces pocos hoy lo harían, que es así...
Dicen, que, olvidado de su sueño, ordenó instalar sus tiendas apartadas un tanto del poblado y mientras tales cosas se hacían él y su esposa preparaban los caballetes para las cámaras. Sin hablarse enfocaron a aquellos niños, que permanecían donde estaban sin atreverse a rechistar...
Dicen, que aquél viajero y su gente ya no siguieron buscando a Lalibala, que se quedó esperando como si tal...
Durante muchos años, aquel viajero en busca de un sueño estuvo ocupándose del bienestar de aquellos niños, enseñó a sus padres a trabajar los cultivos, levantó una escuela y un dispensario, alimentó a los aldeanos y terminó sus días entre aquellas criaturas, ya adultas y fuertes, inteligentes y vivas, que lloraron junto a su fiel esposa al que fuera su salvador y su guía... Sus fotos jamás salieron de aquella aldea entre Tumbuctú y la mítica ciudad del gran rey Lalibala, del que se decía que güardaba en su mítico reino el Arca de la Alianza...
Sueños... Los de aquellos niños debían ser muy diferentes de los sueños que pueblan las cabecitas de nuestros niños cibernéticos de hoy...
Sueños... ¿Qué podrían tener tras los ojitos, esos niños que aquél viajero fotografió en aquél inacabado viaje? Sueños... Los sueños de los pobres sólo tienen que ver con pan y con sol y con risa... Sus pesadillas no, esas son terribles, espantosas imágenes que jamás deberían soñar los niños...
Existen muchas clases de sueños y algunos son caminos con corazón que quien los tiene está obligado a recorrer... Sueños de un Mundo poblado de seres amantes de Gaya... Sueños de paz y de armonía que a quienes los tenemos nos atan con fuerza por hilos invisibles que nos mantienen en la búsqueda de la Utopía durante el resto de nuestras vidas.
Un Mundo en el que puedan vivir con placidez los unicornios, donde el agüa sea pura y fuente de vida, donde los bosques crezcan cada día y los animales tengan sus espacios a salvo de la voracidad de quienes destruyen...
Sueños de amor... Los más hermosos de los sueños...
Sueños poblados de fantasía en los que los seres humanos trascendemos de nuestra minusculez microbiana para erigirnos en seres trascendentes, lo que sin duda no somos, que en nada trasciende una criatura que se empecina en destruirse mientras destruye el Mundo en el que vive...
Pero tenemos los sueños... Tengo para mí que todos los seres vivos, grandes o pequeños, tenemos la capacidad de soñar, aunque no sabría decir en qué consisten los sueños de las amebas, por poner un caso, o los del árbol que sueña ajeno al bosque... Soñar es quizá la capacidad que unifica a todo lo creado, que sin duda los propios astros han de tener sus propios sueños...
El ser humano sueña y los sueños sueños son... Yo sueño amor y unicornios... Es todo, Salud. Vale.
Pedro San José
Sueños...
Dicen que en cierta aldea, en algún lugar entre Tumbuctú y la legendaria ciudad de Lalibala, que una vez acertó a pasar por allí un extraño viajero, que al llegar a la aldea observó a un grupo de niños escuálidos que languidecían, de rostros demacrados y con las costillas marcándose bajo la piel.
Unos niños que por falta de todo y con tan poco para vivir que apenas eran despojos envueltos en pellejo... Sus ojos tristes miraban sin apenas Luz a los extraños viajeros que aquél día se acercaban a la aldea sobre mulas y con tanta compañía como jamás habían visto sus infantiles ojos...
Dicen los ancianos cuando lo cuentan, que aquél extraño viajero miró a su alrededor y al ver acurrucados a aquellos niños,. se echó a llorar...
Ha pasado mucho tiempo, que aquél viajero anduvo por esos viejos senderos hace setenta y cinco años en pos de un sueño y aunque lo que él vio aún puede verse, lo que él hizo entonces pocos hoy lo harían, que es así...
Dicen, que, olvidado de su sueño, ordenó instalar sus tiendas apartadas un tanto del poblado y mientras tales cosas se hacían él y su esposa preparaban los caballetes para las cámaras. Sin hablarse enfocaron a aquellos niños, que permanecían donde estaban sin atreverse a rechistar...
Dicen, que aquél viajero y su gente ya no siguieron buscando a Lalibala, que se quedó esperando como si tal...
Durante muchos años, aquel viajero en busca de un sueño estuvo ocupándose del bienestar de aquellos niños, enseñó a sus padres a trabajar los cultivos, levantó una escuela y un dispensario, alimentó a los aldeanos y terminó sus días entre aquellas criaturas, ya adultas y fuertes, inteligentes y vivas, que lloraron junto a su fiel esposa al que fuera su salvador y su guía... Sus fotos jamás salieron de aquella aldea entre Tumbuctú y la mítica ciudad del gran rey Lalibala, del que se decía que güardaba en su mítico reino el Arca de la Alianza...
Sueños... Los de aquellos niños debían ser muy diferentes de los sueños que pueblan las cabecitas de nuestros niños cibernéticos de hoy...
Sueños... ¿Qué podrían tener tras los ojitos, esos niños que aquél viajero fotografió en aquél inacabado viaje? Sueños... Los sueños de los pobres sólo tienen que ver con pan y con sol y con risa... Sus pesadillas no, esas son terribles, espantosas imágenes que jamás deberían soñar los niños...
Existen muchas clases de sueños y algunos son caminos con corazón que quien los tiene está obligado a recorrer... Sueños de un Mundo poblado de seres amantes de Gaya... Sueños de paz y de armonía que a quienes los tenemos nos atan con fuerza por hilos invisibles que nos mantienen en la búsqueda de la Utopía durante el resto de nuestras vidas.
Un Mundo en el que puedan vivir con placidez los unicornios, donde el agüa sea pura y fuente de vida, donde los bosques crezcan cada día y los animales tengan sus espacios a salvo de la voracidad de quienes destruyen...
Sueños de amor... Los más hermosos de los sueños...
Sueños poblados de fantasía en los que los seres humanos trascendemos de nuestra minusculez microbiana para erigirnos en seres trascendentes, lo que sin duda no somos, que en nada trasciende una criatura que se empecina en destruirse mientras destruye el Mundo en el que vive...
Pero tenemos los sueños... Tengo para mí que todos los seres vivos, grandes o pequeños, tenemos la capacidad de soñar, aunque no sabría decir en qué consisten los sueños de las amebas, por poner un caso, o los del árbol que sueña ajeno al bosque... Soñar es quizá la capacidad que unifica a todo lo creado, que sin duda los propios astros han de tener sus propios sueños...
El ser humano sueña y los sueños sueños son... Yo sueño amor y unicornios... Es todo, Salud. Vale.
Pedro San José